Colonia Yucatán

Lo que jugaban los niños de  la Colonia Yucatán hace algunos ayeres.

 
Con  motivo de que mañana martes 30 de abril se celebra el Día del Niño en nuestro país, consideré oportuno retomar  para publicar, esta bonita reseña que nuestro amigo don Antonio Alcocer , Cronista de la ciudad de Tizimín, publicó hace algunos ayeres en el Diario de Yucatán, guardando casi o total similitud con lo que jugábamos los niños de la Colonia Yucatán y de La Sierra en las décadas de los años 50’s, 60’s y 70’s.
 
La foto en blanco y negro que acompaña  esta publicación fue proporcionada por la familia Cetina Puerto, descendientes del señor Leonardo Puerto, quien fuera el primer administrador del rancho Chapas. La abundancia de vida silvestre en esa época se refleja a través de este pequeño que da de beber tal vez leche a un cervatillo, quien posa sus patas sobre lo que aparenta ser una piel secada al sol de algún venado o venada.
 
 
 
“Esplendorosa niñez.”
 
 “TROMPOS, CANICAS Y PAPAGAYOS.”
 
“ Me gustó mucho el reportaje del Diario publicado hace algunos días en el que se mencionan  trompos, baleros, canicas y papalotes. (Papagayos para los niños de 1950). Y fue agradable porque me transporté a mi niñez en un viaje imaginario que me trajo recuerdos y satisfacciones que ahora me doy cuenta sirvieron de algún modo para conformar el carácter que me impulsó a adoptar una manera de interpretar la vida que me da muchos momentos agradables en el seno del hogar. Pero no solo es mi opinión.”
 
 “Busqué y platiqué con algunos amigos de los años 50 para intercambiar impresiones sobre el escrito de referencia y todos coincidimos en reafirmar aquel refrán que reza que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Y cómo no lo va a ser cuando recuerdas todas las peripecias que teníamos qué pasar para encontrar el trompo menos “torods”, la “ágata” a nuestro gusto y todos los implementos necesarios para construir un buen “papagayo” de esos que hasta “se dormían” cuando lo “subías”. Todos los entrecomillados pertenecen a un idioma infantil y folclórico utilizado en ese entonces  que nos permitía una comunicación ágil y entendible, aunque debo de aclarar que algunos vocablos están en maya y yo no sé escribir el idioma de nuestros ancestros. Pero estoy seguro que todos entenderán muy bien de qué se trata. “
 
 “Bien recuerdo cuando me reunía con Pancho, Fortunato, Quirino y muchos amigos más alrededor de una “Troya” o círculo que se dibujaba en la tierra de alguno de los arriates del parque principal de esta ciudad para jugar a las canicas. Se necesitaban “barritos” para pagar al que ganase, dos o tres “ágatas” que eran canicas cristalinas con las que tirábamos y alguna “bomborota” para presumir que se tenían todos los estilos de canicas. Los “barritos” se conseguían en cualquier tienda. Pero las mejores “ágatas” y “bomborotas” solo en la tienda de don Lupe. A unos metros de la “Troya” se trazaba una línea horizontal que era el “tiro” o lugar desde donde se iniciaba el juego.”
 
 “La apuesta era de un “barrito” al que “alcance” y le pegue a tu “ágata” y dos al que ganase el partido. Como no es mi intención escribir sobre todos los detalles del juego solo diré que éste terminaba casi siempre cuando alguno de los jugadores se disgustaba por alguna decisión que consideraba parcial o porque a alguien se le agotaran los “barritos”. De todas maneras era emocionante infantil y pueblerinamente hablando. Aquí cabe mencionar algunas de las palabras de nuestro “diccionario” de juegos infantiles. “Potz” era cuando la canica se te resbalaba de los dedos y salía sin fuerza. “Jutscab” se decía cuando alguien alargaba demasiado el brazo y el cuerpo tratando de acercarse lo más posible al objetivo que era la canica del contrario. “
 
  “Y qué decir de los “papagayos”. Los mejores eran los que se construían con papel grueso en el se embolsaban de fábrica algunas mercancías o pegando con “cola” (goma o engrudo) varias hojas de papel periódico. El “alma” del “papagayo” la formaban cuatro “cañotos” o cañas delgadas que se pegaban en el reverso formando una “X” reforzada horizontal y verticalmente con dos “cañotos” un poco más pequeños. Se hacía en la parte superior del frente el freno o frenillo con mecate grueso y se le ponía la “cola” que eran trocitos de tela de muchos colores atados uno al otro. El mecate con que se elevaba el “papagayo” (no tenía otro nombre) se enredaba de manera uniforme en un palo dibujando imaginariamente un 8. Jugábamos “pulanchuc” y “pasacola” y soñábamos con que algún día estaríamos nosotros en el aire….pero no como “papagayos”.
 
“ Jugar trompo era uno de mis pasatiempos preferidos. Hubo aquí en Tizimín una persona que los fabricaba manualmente y eran  los mejores. Los que traía el tren para las tiendas a veces salían “torodces” (que brincaban demasiado) y a nadie le gustaban. Jugar “toches” era  emocionante porque el que perdía tenía que entregarle su trompo al contrario para que con la puya del suyo le causara el mayor daño posible a la madera del otro trompo. Antes del juego se acordaba de “a cuántos toches vamos a jugar”. Qué tiempos. Gracias al Diario por darnos la oportunidad a todos los adultos de los pueblos de Yucatán de recordar nuestra niñez que sin duda fue espléndida sin menoscabo de quienes ahora tienen la oportunidad de vivir la suya. El balero será en otra ocasión.- Tizimín, Yucatán. “
Antonio Alcocer.
 
Por : José Antonio Ruiz Silva.
Asociación de Cronistas e Historiadores de Yucatán A.C.